Bocas de Ceniza / Mouths of Ash

En las obras del artista Juan Manuel Echavarria  es recurrente el conflicto armado colombiano, el cual ha representado en diversas tecnicas como diversos han sido los propósitos que lo llevaron a hacerlo; una de las muestras más  representativas en su obra es el video titulado  BOCAS DE CENIZA / MOUTHS OF ASH 2003-2004,en donde durante 18 minutos vemos nada más que los rostros de 7 personas cantando/contando un conmovedor testimonio de la guerra a la que fueron arrastrados.



Bocas de ceniza - Juan Manuel Echavarría from Otro on Vimeo.

¿Quienes son los protagonistas del video?
¿De donde son, que lugares mencionan?
¿Qué historia relatan?
¿Por qué hicieron estas composiciones y decidieron cantarlas frente la  cámara?
¿Qué tienen en común estas personas entre si?



ENSEÑAR LA HISTORIA A TRAVÉS DE LAS ARTES VISUALES. LA VIOLENCIA EN COLOMBIA 1948-2002

“Ahora consideramos clave que desde la reflexión y el arte se mire en común el conflicto armado, que desde hace más de 50 años oprime, como una pesada carga, a la mayoría de la población. Colombia es una mezcla explosiva: sectores dirigentes que con pocas excepciones son rapaces, sin conciencia de país, que casi no han permitido relevos en estos 200 años, y sectores de la población que buscan caminos propios pero que aún no han logrado consolidar del todo propuestas alternativas que marquen nuevas rutas en el desarrollo armónico y equitativo para el país. Es fundamental para Colombia reflexionar sobre los problemas que nos afectan, sus raíces y posibles salidas, y hacerlo a partir de la creación posibilita tener miradas diversas sobre los hechos.”[1]

La enseñanza interdisciplinar entre la historia y las artes aporta una serie de habilidades cognitivas como son: la capacidad de análisis, la creatividad, la interpretación crítica, la visión de síntesis, el juicio valorativo y la construcción de una conciencia histórica. “Junto con la Historia, son las experiencias y conocimientos afines al campo de las artes los que más contribuyen a configurar las representaciones simbólicas portadoras de los valores que los detentadores del poder utilizan para fijar su visión de la realidad” (Hernandez, 2000, pág. 39). Es así que proponemos enfatizar en los aspectos históricos e ideológicos de la producción artística, señalando relaciones entre aspectos artísticos, político-sociales y culturales en general, y desglosando el distinto trasfondo formal e ideológico de las obras de arte.
Así mismo, es importante acompañar los procesos de  interpretación y producción de imágenes sobre la base de una red conceptual que facilite a los estudiantes comprender los conocimientos, a la vez que se contextualizan los contenidos, buscando que entiendan progresivamente el carácter y el valor del conocimiento socio-cultural. Así, explicando, ejemplificando y poniendo en práctica actividades de interpretación, creación artística e investigación  en ambientes fuera de la institución, se logre modificar las estructuras cognitivas propias de cada estudiante y consecuentemente desarrollen un pensamiento cada vez más complejo que les permita razonar y generar propuestas en el marco de los problemas cotidianos que afronta nuestra sociedad.
Es bien conocido el refrán “una imagen vale más que mil palabras”, pues bien, existen gran variedad de imágenes producidas por artistas visuales, que reflejan a su modo y manera la realidad del país en su largo recorrido de violencia que aún hoy sigue presente y las artes visuales siendo un medio de expresión, son también de denuncia ante las injusticias de nuestra cotidianidad, ofrecen un espacio de reflexión que al ser vinculado al espacio académico de la escuela constituyen una posibilidad de entender el mundo y coadyuvan a formar sujetos sociales conscientes de su entorno, con capacidad para criticarlo y transformarlo en beneficio común.
Todas las obras de arte tienen como finalidad expresar algo que no se limita al artista sino que inevitablemente involucra a su sociedad, poseen orígenes y propósitos culturales y sociales en tanto que participan en la construcción de la realidad, no solo representándola sino a modo de crítica y propuesta resaltando procesos y actores que son invisibilisados dentro de los discursos oficiales pues, como dice el artista Paul Klee “el arte no reproduce lo visible, vuelve visible”[2], de esta manera fue como Alejandro obregón, Débora Arango, Pedro Alcántara, entre otros, se dedicaron a hacer ver las atrocidades de la violencia “condenando al violento y mostrando compasión por el violentado” (Medina, 1999, pág. 11).
Es así, que la lectura de obras de arte visuales dentro del aula, como apoyo a la enseñanza-aprendizaje  de un tema, es fundamental dentro de la búsqueda de formas alternativas para aprender historia, en este caso la historia de los últimos 50 años del siglo XX en Colombia, un periodo marcado por la violencia; la “violencia política que desde 1947 ha padecido Colombia, violencia que ha cambiado sus particularidades pero no su esencia porque siempre hay los que matan y los que por desgracia mueren, los victimarios y las victimas (Medina, 1999, pág. 11)”, una época que sigue abierta, en vísperas de cerrar las heridas y reparar a las víctimas del largo conflicto armado que vive el país.
Es innegable que al hablar de identidad y de memoria colectiva, sobresale el histórico conflicto armado;  de una u otra manera los colombianos hemos sido víctimas de esta guerra que parece el común denominador que nos une como nación y que nos genera un vínculo cultural histórico, necesario para reflexionar desde nuestras familias hasta la escuela, es por esto que sigue siendo propicio e incluso urgente recordar nuestra reciente historia para entender las raíces de los acontecimientos que vemos hoy y así, poder establecer juicios en busca de verdad, justicia, paz y con la esperanza de no repetir los errores del pasado.






[1] En: Ospina, W. (2010). SEPARATA: ARTE Y CONFLICTO ARMADO. Recuperado el 20 de abril de 2012, de Revista Número: http://revistanumero.com/index.php?option=com_content&task=view&id=264&Itemid=39
[2] Citado en: Wajcman, G. (2001). El objeto del siglo. Buenos Aires: Amorrortu.

Las tres violencias y la búsqueda de la paz. 1947-2002


Las tres violencias y la búsqueda de la paz. 1947-2002

La guerra no tendrá fin si no se admiten prescripciones para las violencias del  pasado. (Renan, 1992)


Pese a que aún existe el imaginario de un pasado glorioso en donde Bogotá era considerada la Atenas de Sudamérica, o donde Colombia representa el modelo de la democracia más antigua y estable de América latina, estas creencias sólo denotan lo superficial que conocemos nuestra historia, una historia compuesta por grandes hombres, antagonistas y batallas que hicieron de nuestro país lo que es hoy. Aun buscamos entender los orígenes de nuestra violenta sociedad entre las ruinas del Bogotazo, como si consiguiéramos la clave para entender un país que estaba en guerra mucho antes de tales eventos, “en Colombia estamos pues, frente a un problema de memoria, no solo con respecto a un acontecimiento temporalmente determinado, sino con respecto a toda la historia nacional” (Sanchez, 2003, pág. 29)
Nuestro país como muchos otros de América, ha tenido que pasar por un largo recorrido  de conflictos armados en su búsqueda por consolidar un Estado-Nación y lograr una democracia formal. Sin embargo, a diferencia de otros países del continente, en Colombia no se ha cerrado el capítulo de violencia generalizada que aparece como un continuum de nuestra sociedad y con características que la presentan única respecto a otras, como si se tratara de una “violencia endémica”. Por supuesto que en Colombia hay mucho más que actos violentos y heridas sin cerrar, pero es innegable que la “presencia histórica de la guerra tiene vínculos determinantes con la construcción de nuestro imaginario de nación” (Sanchez, 2003, pág. 37), y que aún hoy es preciso reflexionar sobre el fenómeno social que significa la  violencia en nuestro país, una manera de contribuir a la reflexión es caracterizando periodos según los procesos que se han generado, teniendo en cuenta los cambios y continuidades propios de una época. Para el caso concreto de este proyecto se ha tomado un periodo que comienza con el asesinato del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán el 9 de abril de 1948, acto catalizador del recrudecimiento de la guerra, hasta el fin del periodo presidencial del conservador Andrés Pastrana Arango, quien dejó el poder después de una desprestigiada e inútil oportunidad de encontrar una salida negociada al conflicto armado.
Tres etapas componen el periodo:
1. La violencia bipartidista, que se inicia en 1947 y cierra, al menos simbólicamente, al ser abatidos por el ejército Sangrenegra y Efraín González. El primero cuyo verdadero nombre era Jacinto Cruz Usma, cayó en abril de 1964 y el segundo en junio de 1965. Los dos fueron jefes de cuadrillas dedicadas al bandolerismo, luego del pacto que sellara la reconciliación de los partidos conservador y liberal, origen del Frente Nacional (1958-1974), pacto que dejó sin norte político a los combatientes de ambos bandos que habían hecho de la beligerancia un modo de vida.
2. La violencia revolucionaria, que tiene sus inicios en 1959 con la aventura guerrillera del MOEC (Movimiento Obrero Estudiantil y Campesino), que abortó desde los primeros enfrentamientos con el ejército. Otros grupos aparecieron con el tiempo, de modo que la presión de la izquierda alzada en armas no ha cesado desde entonces.
3. La violencia narcotizada, que se manifiesta con la consolidación de los carteles de la droga, cuya ahogante presencia logró penetrar todos los estratos de la sociedad colombiana. El sicariato y el paramilitarismo, máquinas de muerte que de preferencia actúan contra el ciudadano inerme, quedaron instaurados. (Medina, 1999, pág. 19)

Son más de cincuenta años en los cuales han cambiado las particularidades del conflicto pero no su esencia violenta, donde han ido y venido distintos gobiernos; ha crecido la población desplazada; ha cambiado la tecnología de la guerra y el negocio de la guerra; han sido abatidos jefes guerrilleros; desmovilizados o desaparecidos grupos armados y políticos, a la vez que se integran otros complejizando el espectro de actores que rivalizan en el teatro llamado Colombia.
Durante el gobierno conservador, el régimen militar y el acuerdo de la elite política que generó el frente nacional, la tendencia fue de concluir por la vía armada el conflicto, mientras que con los cambios políticos de 1980 se buscó la salida negociada, siendo el proceso de paz del ex presidente Belisario Betancur el que marcó la diferencia con gobiernos anteriores, y una tendencia con los siguientes, permitiendo cierto estatus político a la insurgencia y convirtiendo el dialogo en un instrumento cada vez más recurrente, hasta el fallido proceso del Caguan, donde, como si la historia se repitiera, el país vuelve a la “mano dura”.
Sin embargo, en estos procesos de paz y de guerra, de intensivo combate y treguas interrumpidas, los atentados, masacres, y continuos abusos a la sociedad civil se han mantenido como parte del diario vivir de la sociedad colombiana. Es así que se puede afirmar que el común denominador de este periodo es la violencia misma, que poco a poco se ha “transformado en un hecho cultural de carácter global y en una actividad económica descomunal, ha penetrado todos los sectores de la sociedad y ha marcado la idiosincrasia misma de la nación.” (Méndez, 2010).
Según (Sanchez, 2003, pág. 48) violencia es un término polisémico que en nuestro país corresponde
en primer término, una forma adjetiva de la guerra (…) un periodo histórico determinado; es una forma particular de la guerra caracterizada por la pluralidad de procesos y no por simples relaciones binarias; pero la violencia también es un  ´componente dentro de la guerra´, un modo de hacerla, la violencia es pues, una guerra sin nombre,
o con muchos nombres, pues no son pocos los teóricos que han tratado de nominar esta situación; guerra civil según William Ramírez Tobón, guerra contra la sociedad para Daniel Pecaut, guerra contra el estado según Eduardo Posada Carbó, guerra irregular y guerra sucia para otros, o para redondear, como diría Gonzalo Sánchez: “la guerra actual es una acumulación de Guerras: guerra de guerrillas, guerra de narcos, guerra de paras” (Sanchez, 2003, pág. 53)

ALGUNAS APROXIMACIONES A LA RELACIÓN ARTES VISUALES-HISTORIA-EDUCACIÓN.



ALGUNAS APROXIMACIONES A LA RELACIÓN ARTES VISUALES-HISTORIA-EDUCACION.


 LAS ARTES COMO TESTIMONIO DE LA HISTORIA


El arte visual ha registrado instantes, movimientos, acontecimientos, alegrías, penas, dramas en muchos contextos y épocas; emplear el registro de un instante vitalizado por la acción social puede arrojar información sobre costumbres, hábitos, tendencias, modas, que responden a esos cuadros complejos dibujados por la dinámica social que se fijan visualmente en la memoria y despiertan evocaciones de añoranza, deseos y variadas sensaciones, desde las más bellas hasta las más horrorosas y lúgubres, unas y otras son imposibles de borrar y cobran significados diversos.    (Ortiz Palacios, 2007)

Históricamente la humanidad ha sentido la necesidad de entender su entorno y las cosas que lo componen, así, desarrolló sistemas de comunicación, primero, basados en sonidos que se convirtieron en palabras, seguidamente aprendieron a representar  su realidad con imágenes, y con el tiempo estos sistemas, estas técnicas se complejizaron cada vez más según aumenta el conocimiento del mundo, la elaboración de imágenes se aproximó continuamente a un sentido más realista y su funcionalidad cambió según la época y la cultura; como lenguaje escrito, es decir los jeroglíficos;  como objeto de adoración para diversas culturas; como símbolos de estética y deleite; y desde el siglo XX para divertir y entretener al público a través de los medios audiovisuales, pero lo que no ha cambiado es su facultad de representar ideas abstractas u objetos reales dentro de la compleja historia humana.
Además de ser mecanismos para entender el mundo, la técnica se ha usado para recordar, es de destacar la relación entre arte/técnica[1]  y memoria, pues en principio el arte está ligado a la memoria y la técnica es un auxilio para no olvidar, como es el caso de la Mnemotécnica o Ars memoriae usada por los antiguos y contemporáneos como método de aprendizaje y  para mantener vivo el pasado  reproduciendo la estructura cultural de una sociedad, siendo las tradiciones, creencias y sistemas de valores, todos heredados de tiempos anteriores a través de manifestaciones artísticas como la literatura, la poesía, la música y por supuesto las artes visuales. Básicamente, la función de las artes a través de la historia cultural humana ha sido y continua siendo la tarea de la “construcción de la realidad” (Efland, 2004), “no solo en términos de la representación que hacen de ella sino que en su relación con la ciencia,  han contribuido a la conformación de nuevos objetos, relaciones sociales y formas de aprehensión del mundo personal y social” (Lopez, 2011, pág. 18)
Arte e historia se han complementado desde antaño para ayudar a la comprensión del mundo, como diría Iván David Ortiz:
 Mnemosine, hija de Urano y Gea es decir, del cielo y la tierra, fue la que parió de Zeus las nueve musas que le permitieron a los órficos griegos, a través del recuerdo, acceder a las memorias arcanas y ´´romper las ataduras de Leto´´ (Ortiz Palacios, 2008, pág. 88)
Clío es la musa de la Historia y por ende la Historia nació como arte, aunque después para la sociedad moderna  se convirtió en ciencia, víctima de la resignificación que se le dio al arte y la ciencia guiados por la razón y los paradigmas positivistas que no vienen al caso discutir. Lo importante es destacar  que las artes y los objetos de arte son también objetos de la memoria, huellas del pasado que nos llevan a recordar hechos, procesos y personajes de la historia, “el artista por su parte, quiere aludir a la memoria, mostrar la memoria del hombre, del espacio, de lugares, etc.”[2] Los monumentos por ejemplo, son objetos, pero no cualquier tipo de objeto, pues no tienen una funcionalidad instrumental sino que están para representar algo que no es el objeto mismo y que posee un significado social, digno de conmemorar, incluso exaltar, además ocupan lugares públicos para que la sociedad rememore una parte esencial de la cultura misma, de igual forma ocurre con las, pinturas, canciones, esculturas y literatura que a lo largo de la historia se han conservado y nos dan un testimonio de cómo fue el pasado y que podemos aprender de este, es decir, nos permite hacer  una reflexión histórica.




     [1] Recordando que técnica y arte tienen el mismo significado etimológico  y se refieren a un saber hacer concreto.
     [2] Opinión de la artista colombiana María Patricia Bravo, citado en: Gaitan Tobar, A. (1999). El arte en la era de los ciegos. En: A. Medina, Arte y violencia en Colombia desde 1948. Bogota. Norma.
La obra de arte como metáfora de realidades nacionales



¿Y si las obras-del-arte que se miran tuvieran también el efecto de hacernos mirar? (…) Esto debería llevar a concebir de otro modo lo que es una obra. Al dar antaño una “imagen” del mundo, al reflejar, lo que daba era por fuerza una interpretación del mundo. A la manera de Marx, ahora habría que decir que el arte pasaría así de la reflexión al acto: no ya dar a ver una interpretación del mundo, sino cambiar nuestra manera de ver el mundo, transformar nuestra mirada, hacerla-ver. (Wajcman, 2001, pág. 35)

Para entender una obra de arte es necesario conocer el contexto histórico del cual proviene, así mismo, para entender un periodo histórico nos podemos remitir a conocer las obras de arte que permanecen desde su creación, el arte de cada época determina –por lo menos en parte- la interpretación del pasado.
Siendo las obras de arte, obras de la memoria, también son testimonios del pasado y fuentes para un análisis histórico de un fenómeno social como es la violencia en nuestro país durante la última mitad del siglo XX, y no son pocos los creadores de cultura, es decir, los artistas colombianos que han reflejado en sus obras el conflicto que vive el país especialmente en las zonas rurales, “hay artistas cuya sensibilidad los inclina a tratar constantemente temas sociales y políticos; otros por el contrario tienden a ignorarlos” (Medina, 1999, pág. 15), sin embargo, no es fácil ignorar la situación del país e  incluso tampoco es sensato hacerlo pues si pretendemos ocultar lo que pasa en nuestra sociedad, caemos en el discurso que legitima las injusticias que hemos vivido directa o indirectamente, como en un fragmento de Cien años de soledad, la obra de Gabriel García Márquez en donde las autoridades interrogadas por las desapariciones y crímenes que vivía el pueblo respondían “En Macondo no ha pasado nada, ni está pasando, ni pasará nunca. Éste es un pueblo feliz”. Discursos como estos deben ser desmentidos y denunciados como labor de toda la sociedad y especialmente de los que tienen medios y maneras creativas para hacerlo, así pues, “el artista funge de sociólogo o de historiador contestatario, pero en verdad actúa como el exorcista que desea espantar los espíritus negativos que nos rodean” (Medina, 1999, pág. 104), puesto que la violencia de nuestro país es como un espectro que atormenta la sociedad, no le permite dormir y quiere quitarle la oportunidad de soñar un mundo mejor. Sin embargo, los primeros pasos para superar esta situación, son denunciar, reflexionar y caracterizar la violencia que vivimos de modo que podamos proponer un país diferente.
Revisando algunas de las más importantes obras de arte de nuestra cultura, notamos que arte e historia política mantienen una estrecha relación, no solo porque algunos artistas pertenecieron directamente a partidos políticos, -como el caso de Marco Ospina, miembro del PCC o Pedro Alcántara perteneciente a la UP- sino que las metáforas visuales constituyen un atractivo espacio para hacer una crítica social impactante, así lo entendieron Diego Rivera y los muralistas mexicanos quienes usaron la pintura para además de denunciar la realidad, imaginar otra distinta. Pese a esto, “a diferencia de los artistas mexicanos, los artistas colombianos no llegaron a plantear una visión de futuro, de cambio, de revolución” (Lleras, 2005, pág. 12) quizás por el énfasis en mostrar la realidad factual en vez de otras realidades posibles.
 El arte es también un frente de batalla ideológico, son conocidos los constantes ataques que hicieron los sectores tradicionales conservadores contra el arte moderno; en la Alemania nazi se le llamaba Entartete Kunst, que traduce “arte degenerado”, pues para la ideología del Reich  se desviaban de la norma prescrita en la belleza clásica. Mientras tanto en Colombia, Laureano Gómez encabezó los ataques contra el arte moderno, en sus discursos personales y desde el diario EL SIGLO el cual dirigía, y  no podía ser de otro modo la reacción de la tradicional derecha si consideramos que los planteamientos de muchos de los artistas “modernos” eran de identificación con las clases populares, mejor representadas por un obrerismo recién organizado que combativamente daba la batalla por sus reivindicaciones de clase (Medina, 1999).
La obra de arte en sí tiene una connotación política, en tanto muestra algunas relaciones sociales que nos afectan a partir de principios estéticos. Es así, que a través de las artes, se ha reflejado la violenta historia que desde 1948 ha desangrado a nuestra sociedad de diferentes maneras y que por medio de metáforas visuales, han mostrado los pintores y fotógrafos, los cuales debido a la practicidad de su forma de arte, lo hicieron tempranamente respecto de la literatura, el cine y el teatro que “por la morosidad propia del oficio literario tardarían en relatar literariamente, y que el cine y el teatro no pudieron tratar sino cuando se dieron las condiciones que lo posibilitaron” (Medina, 1999, pág. 19), condiciones técnicas o políticas propias de nuestro país.
Desde 1947 hasta el presente siglo XXI, el conflicto se puede estudiar en 3 etapas; la “Violencia bipartidista”, la “Violencia revolucionaria” y la “Narcoviolencia”, periodos tan complejos como  entrelazados, de las cuales los años 60´s fue la época en donde más se politizó la expresión artística en nuestro país,
en los sesenta se hace visible la mirada crítica a través de la cual algunos sectores no oficiales, en especial los artísticos, intelectuales y universitarios comienzan a hostigar a ciertos símbolos nacionales para ellos desuetos. Se trata sin duda de un cambio de mentalidad, que muestra sus inicios en la década de los cincuenta y que se exalta en los sesenta con vivencias nuevas que se transmiten tanto en el plano nacional como en el internacional (Medina, 1999, pág. 121)
entre los que se destaca la revolución cubana de 1959, la obra del Che Guevara, el cura guerrillero Camilo torres, la música rock y el movimiento hippie entre otros, los cuales contribuyeron a cambiar la mentalidad de la población en varias ciudades del mundo y seguramente influenciaron las obras de arte, que en ámbitos académicos como la Universidad Nacional encontraron donde establecerse para criticar la realidad fluctuante, particularmente el conflicto armado interno y aspectos tales como las masacres, el desplazamiento, los atentados y las continuas violaciones de los DDHH que por décadas se han convertido en parte de la cotidianidad y que por lo mismo ya no causan el impacto que antaño sentían nuestros padres.
 Hoy en día parece que estos actos ya poco o nada nos sorprende ni en los titulares de la televisión ni en los periódicos más amarillistas, y es aquí en donde la función del artista sobresale, en su capacidad de hacer ver los conflictos de la nación y de sensibilizar a los sujetos, como bien nos dice la artista Doris Salcedo: “la articulación que busca establecer la artista convierte al espectador de su obra en testigo del dolor de otros, preocupación que fue interpretada por el interlocutor como el deseo de reinstalar el sufrimiento en la esfera pública” (Medina, 1999, pág. 284).

 Por medio de sus trabajos, los artistas denuncian, conmueven y generan procesos de crítica, expresando con imágenes la historia de nuestra conflictiva sociedad, invitando a unir la actividad artística con la investigación histórica; “Clío y Melpómene gloriosas musas de la historia y la tragedia recurren a la imagen para reconstruir el espíritu humano de las víctimas” (Ortiz Palacios, 2007), coadyuvando a resarcir el olvido que algunos nos quieren imponer para dejarnos con la idea de que aquí no ha pasado nada y mostrando un país que solo es asequible a una minoría.

ARTES VISUALES: UN PUENTE HACIA EL CONOCIMIENTO SOCIAL Y CULTURAL.


ARTES VISUALES: UN PUENTE HACIA EL CONOCIMIENTO SOCIAL Y CULTURAL.


La finalidad de la pedagogía y el arte es la de propiciar la capacidad creativa a partir del desarrollo de un pensamiento reflexivo, crítico y autónomo del sujeto.                        Nohora Patricia Aríza (Revista internacional Magisterio #49, 2011)


La educación en ciencias sociales constituye el núcleo de aprendizaje cultural de la escuela –segundo espacio de socialización después de la familia- en donde se espera formar sujetos sociales con conocimientos, habilidades, técnicas y saberes axiológicos útiles para las personas como para el conjunto de la comunidad en la que viven. Las artes visuales como conocimiento y mecanismo de creación de cultura, constituyen también un apropiado camino para transitar por el complejo campo del conocimiento cultural de una sociedad, integrarlas de modo transversal en los contenidos curriculares contribuye a innovar en las estrategias de enseñanza habituales para formar seres humanos capaces de vivir socialmente, que conocen las problemáticas de su sociedad, a la vez que aporta al desarrollo cognitivo de los estudiantes; al “desarrollo de habilidades y competencias vinculadas también al autoconocimiento (ser), a la relación y comunicación por diferentes medios con sus semejantes (convivir), a la generación de pensamiento amplio y a la aplicación de lo aprendido en muchos otros campos (conocer)” (Lopez, 2011, pág. 20)
Dado que las obras de arte no pueden comprenderse alejadas del contexto social y cultural en el que fueron creadas, es preciso como aconseja (Efland, 2004, pág. 25)
entenderlas en cuanto a sus orígenes y propósitos culturales y sociales, entonces tendría  sentido integrar el conocimiento de la obra de  arte en materias como las ciencias sociales y la historia, en las que se ofrece un conocimiento paralelo de la cultura y la sociedad.
Son varios los autores que han reflexionado acerca de la tarea de integrar las artes al currículo (tabla 2), dejando como resultado diversas opciones teórico-prácticas destacándose las versiones de “cultura visual”, “desarrollo cognitivo” y “artes integradas”, las cuales,- sin desmeritar las otras opciones- van más acorde con los propósitos del presente proyecto, al enfatizar en la interpretación de los mensajes políticos, históricos, culturales, mediados por las imágenes, la integración de las artes en las diferentes disciplinas del currículo, y la intención de desarrollar formas de pensamiento complejas en los estudiantes como lo demuestra Arthur Efland en sus investigaciones, quien además opina que “la educación formal tiende a limitarse a las formas de representación verbal o numérica, cuantas más formas de representación podamos cultivar en la escolarización de los niños, más medios tendrán a su disposición para extender sus horizontes culturales” (Efland, 2004, pág. 96)

Tabla 1 resumen de las versiones de la educación artística en la actualidad.
VERSIÓN 
OBJETIVOS PRINCIPALES 
TIPO DE CONTENIDO
DBAE
(Educación
Artística basada
en las disciplinas)
• Producir arte de calidad
• Ver y apreciar el arte
• Comprender el contexto
cultural del arte
• Comprender el valor del arte
• Habilidades, imaginación,
 Sensibilidad, técnica.
• Cualidades formales y expresivas del arte.
• Cuestiones de valor del arte: belleza, verdad, función…
CULTURA
VISUAL
• Descodificar los mensajes
políticos (identidad, género,
raza, clase…) mediados por las imágenes, en la cultura popular y en las bellas artes
• Cuestiones de clase, género, raza, cultura…
• Interpretación de imágenes
• Crítica
SOLUCIÓN
CREATIVA DE
PROBLEMAS
Resolver problemas prácticos de maneras y formas.
• técnicamente eficaces y 
• estéticamente satisfactorias
• Forma y material/técnica
• Función, belleza y forma
•Conceptualización, análisis, problematización, creatividad,  divergencia.
AUTOEXPRESIÓN
CREATIVA
Desarrollar la experiencia personal, la percepción individual y la respuesta creativa, original y propia.
Creatividad
Emoción
Expresión
Flexibilidad 
PREPARACIÓN
PARA EL
TRABAJO
Desarrollar actitudes y destrezas necesarias para el futuro profesional de los alumnos en cualquier campo
Iniciativa y creatividad/planificación
Imaginación
Destreza manual
Trabajo en equipo (algunas artes)
Relacionar y comunicar ideas
DESARROLLO
COGNITIVO
Desarrollar formas de pensamiento complejas y sutiles, más allá de leer, escribir, contar y calcular. 
Percepción
Experiencia estética
Afectivo/cognitivo
Concreto/abstracto
Emocional/racional
Manual/mental
Fantasía/función
Juego/Tarea
MEJORA
ACADÉMICA
GLOBAL
Desarrollar las capacidades en  las materias consideradas
básicas, con la ayuda de lo  característico del arte
No se describen en particular, se dan  por supuestos.
ARTES
INTEGRADAS
El arte sirve a cualquiera o a  todas las otras disciplinas del  currículum
• Arte para la Historia
• Relaciones entre el conjunto de las
artes
• Temas interdisciplinares
(Metamorfosis, arquitectura…)
• Solución de problemas (proyectos)
Calbó, Vallés y Juanola. (Juanola, 2004)


Entre las ventajas del uso de imágenes para complementar el aprendizaje de un tema, es importante decir que promueven la capacidad para construir interpretaciones desde una edad relativamente temprana, permitiendo que el estudiante reconozca las imágenes y construya significados por medio de la observación, sin necesidad de decodificar números o letras, además toda obra de arte visual es una obra abierta que se completa en la interacción de artista-obra-espectador, es decir, entrañan una dimensión dialógica, que impulsa la imaginación, creatividad y búsqueda de respuestas. “La imagen nos place, ¿Por qué habríamos de oponernos al instruir deleitando?” (Carretero, 1997, pág. 69).
Sin embargo, más allá de la gracia estética que una obra nos genera al mirarla, la fortaleza pedagógica radica en crear “actividades en que el estudiante alcance una comprensión del mundo al que hacen referencia las obras de arte, y del papel que el artista tiene en la representación de este mundo” (Efland, 2004, pág. 229). El análisis de obras de arte visual, es decir de metáforas visuales, ayuda a aprender el conocimiento social, una pintura por ejemplo, nos ofrece información de la época del artista, así como del entorno, las practicas, la estructura social, entre otros, la obra de arte “influye en su momento pero perdura a través del tiempo ejerciendo una influencia directa sobre muchas generaciones posteriores” (Carretero, 1997, pág. 86). Particularmente en las ciencias sociales, la podemos usar como puente para la construcción de conceptos y categorías, resaltando los aspectos ideológicos, político, sociales, culturales, temporales y geográficos representados en las imágenes de obras artísticas, por lo tanto, el fin de integrar referentes visuales a los contenidos de las ciencias sociales, es “contribuir a la comprensión del paisaje social y cultural en el que habita cada individuo” (Efland, 2004, pág. 229) por medio de la observación, interpretación y dialogo con las elaboraciones metafóricas presentes en la tradición cultural de nuestra sociedad.