ENSEÑAR LA
HISTORIA A TRAVÉS DE LAS ARTES VISUALES. LA VIOLENCIA EN COLOMBIA 1948-2002
“Ahora consideramos
clave que desde la reflexión y el arte se mire en común el conflicto armado,
que desde hace más de 50 años oprime, como una pesada carga, a la mayoría de la
población. Colombia es una mezcla explosiva: sectores dirigentes que con pocas
excepciones son rapaces, sin conciencia de país, que casi no han permitido
relevos en estos 200 años, y sectores de la población que buscan caminos
propios pero que aún no han logrado consolidar del todo propuestas alternativas
que marquen nuevas rutas en el desarrollo armónico y equitativo para el país.
Es fundamental para Colombia reflexionar sobre los problemas que nos afectan,
sus raíces y posibles salidas, y hacerlo a partir de la creación posibilita
tener miradas diversas sobre los hechos.”[1]
La enseñanza interdisciplinar entre la
historia y las artes aporta una serie de habilidades cognitivas como son: la
capacidad de análisis, la creatividad, la interpretación crítica, la visión de
síntesis, el juicio valorativo y la construcción de una conciencia histórica. “Junto
con la Historia, son las experiencias y conocimientos afines al campo de las
artes los que más contribuyen a configurar las representaciones simbólicas
portadoras de los valores que los detentadores del poder utilizan para fijar su
visión de la realidad” (Hernandez, 2000, pág. 39) . Es así que
proponemos enfatizar en los aspectos históricos e ideológicos de la producción
artística, señalando relaciones entre aspectos artísticos, político-sociales y
culturales en general, y desglosando el distinto trasfondo formal e ideológico
de las obras de arte.
Así mismo, es importante acompañar los procesos
de interpretación y producción de
imágenes sobre la base de una red conceptual que facilite a los estudiantes
comprender los conocimientos, a la vez que se contextualizan los contenidos,
buscando que entiendan progresivamente el carácter y el valor del conocimiento
socio-cultural. Así, explicando, ejemplificando y poniendo en práctica actividades
de interpretación, creación artística e investigación en ambientes fuera de la institución, se
logre modificar las estructuras cognitivas propias de cada estudiante y
consecuentemente desarrollen un pensamiento cada vez más complejo que les
permita razonar y generar propuestas en el marco de los problemas cotidianos
que afronta nuestra sociedad.
Es bien conocido el refrán “una imagen vale más que mil
palabras”, pues bien, existen gran variedad de imágenes producidas por artistas
visuales, que reflejan a su modo y manera la realidad del país en su largo
recorrido de violencia que aún hoy sigue presente y las artes visuales siendo
un medio de expresión, son también de denuncia ante las injusticias de nuestra
cotidianidad, ofrecen un espacio de reflexión que al ser vinculado al espacio
académico de la escuela constituyen una posibilidad de entender el mundo y
coadyuvan a formar sujetos sociales conscientes de su entorno, con capacidad
para criticarlo y transformarlo en beneficio común.
Todas las obras de arte tienen como finalidad expresar algo
que no se limita al artista sino que inevitablemente involucra a su sociedad,
poseen orígenes y propósitos culturales y sociales en tanto que participan en
la construcción de la realidad, no solo representándola sino a modo de crítica
y propuesta resaltando procesos y actores que son invisibilisados dentro de los
discursos oficiales pues, como dice el artista Paul Klee “el arte no reproduce
lo visible, vuelve visible”[2],
de esta manera fue como Alejandro obregón, Débora Arango, Pedro Alcántara,
entre otros, se dedicaron a hacer ver
las atrocidades de la violencia “condenando al violento y mostrando compasión
por el violentado” (Medina, 1999,
pág. 11) .
Es así, que la lectura de obras de arte visuales dentro del
aula, como apoyo a la enseñanza-aprendizaje
de un tema, es fundamental dentro de la búsqueda de formas alternativas
para aprender historia, en este caso la historia de los últimos 50 años del siglo
XX en Colombia, un periodo marcado por la violencia; la “violencia política que
desde 1947 ha padecido Colombia, violencia que ha cambiado sus particularidades
pero no su esencia porque siempre hay los que matan y los que por desgracia mueren,
los victimarios y las victimas (Medina, 1999,
pág. 11) ”,
una época que sigue abierta, en vísperas de cerrar las heridas y reparar a las víctimas
del largo conflicto armado que vive el país.
Es innegable que al hablar de identidad y de memoria
colectiva, sobresale el histórico conflicto armado; de una u otra manera los colombianos hemos
sido víctimas de esta guerra que parece el común denominador que nos une como
nación y que nos genera un vínculo cultural histórico, necesario para
reflexionar desde nuestras familias hasta la escuela, es por esto que sigue siendo
propicio e incluso urgente recordar nuestra reciente historia para entender las
raíces de los acontecimientos que vemos hoy y así, poder establecer juicios en
busca de verdad, justicia, paz y con la esperanza de no repetir los errores del
pasado.