6.la violencia narcotizada from Javier Villamil
las imágenes se complementan con el siguiente texto:
Del dorado de Di Stéfano al dorado de 'El Mexicano'
Por Rodrigo Urrego B., redactor de Semana.com
Miércoles 26 Septiembre 2012
POLÉMICA Las épocas
más brillantes del fútbol colombiano coincidieron con dos tragedias nacionales:
la violencia de los años 50 y el narcoterrorismo de los 80. Esta última se
revivió por la intención de Millonarios de devolver las estrellas conseguidas
cuando Rodríguez Gacha era uno de sus accionistas.
El domingo 15 de agosto de 1948 las
tribunas del hipódromo San Fernando de Itagüí, Antioquia, registraron un lleno
sin antecedentes. Había doble programación. A las tres de la tarde se disputaban
las tradicionales carreras de caballos, pero antes, a las 11 de la mañana, se
ofrecía como prólogo el primer partido del primer campeonato de fútbol
profesional en el país.
Municipal, el equipo local, derrotó (2-0) a Universidad, uno de los tres equipos
de Bogotá que se habían registrado en el campeonato en el que diez equipos
pelearían por la primera estrella del fútbol colombiano, la cual conquistaría
el Independiente Santa Fe.
El pitazo inicial del fútbol profesional sonó apenas 20 semanas después de uno
de los episodios más determinantes de la historia del país: el asesinato del
jefe único del liberalismo, Jorge Eliecer Gaitán. Los goles que desde entonces
empezaban a gritarse en los estadios de cinco ciudades del país (Bogotá,
Medellín, Cali, Manizales y Barranquilla) coincidieron con el sonido de la
violencia que desató el ‘bogotazo’ y que precipitó la confrontación entre
liberales y conservadores, que sólo en ese 1948, registró más de tres mil
muertos, según reportes de prensa de la época.
La violencia y el fútbol
Mientras el país vivía en estado de sitio permanente, y en medio de la
convulsión política, entre 1949 y 1953 el naciente fútbol colombiano vivía una
de sus épocas más brillantes, aunque el torneo colombiano fuera considerado una
“liga pirata” por la FIFA que no reconoció al fútbol colombiano por esos años.
Eran días en que el peso tenía casi que el mismo poder adquisitivo que el
dólar, y aprovechando una huelga de futbolistas profesionales en Argentina, los
dirigentes del fútbol colombiano contrataron a las estrellas de ese país.
Los argentinos se marcharon en su mayoría a Bogotá, los brasileños a
Barranquilla, los uruguayos a Cucutá, los peruanos a Cali y los ingleses, que
también hubo muchos, a Santa Fe. Todo un problema para la FIFA, que reaccionó
prohibiendo contratar a estos equipos para partidos amistosos fuera de
Colombia.
Alfonso Senior, presidente del Club Deportivo Los Millonarios, apostó por traer
a los tres jugadores más famosos del sur del continente. Adolfo Pedernera,
Alfredo Di Stéfano, Néstor Raúl Rossi, quienes habían integrado la legendaria
‘Máquina’ del Ríver Plate, conformaron en Colombia el llamado ‘Ballet Azul’,
que no sólo ganó cuatro estrellas locales (49, 51, 52 y 53), sino que alcanzó a
ser considerado el mejor equipo del mundo, sobre todo después de ganarle al
Real Madrid 4-2 en la cancha del estadio Chamartín, hoy conocido como Santiago
Bernabeu.
Esa época de fútbol pirata fue llamada ‘El Dorado’ del fútbol colombiano. No
importaba la falta de reconocimiento de la FIFA para que el propio Estado se
volcara en el fútbol, como antídoto contra la violencia. Se adjudicaban
recursos para construir estadios o ampliar su capacidad, como sucedió con El
Campín de Bogotá. El torneo colombiano ya contaba con 18 equipos, y ciudades
como Pereira, Cúcuta, Bucaramanga, Santa Marta y Armenia se sumaron como nueves
sedes del torneo. Era todo furor.
El Dorado terminó en 1953 cuando a instancias de la FIFA se acordó que los
futbolistas que piratearon en Colombia regresaban a sus equipos de origen, o en
su defecto, como sucedió con Alfredo Di Stefano, fueron trasferidos a Europa.
Ese mismo año el general Gustavo Rojas Pinilla alcanzó el poder y firmó el
primer proceso de paz que concluyó con la desmovilización de 3.500 guerrilleros
que se alzaron en armas tras la muerte de Gaitán.
Y aunque en las décadas posteriores por las canchas colombianas desfilaban
grandes jugadores del continente, el fútbol colombiano vivió una segunda etapa
de un furor similar al generado en la época del Dorado.
El segundo dorado
Fue en los años 80, cuando los equipos colombianos volvieron a tener la
capacidad de competir con el mercado europeo por los futbolistas de talla
mundial que emergían en el sur del continente.
Por esos años en Colombia jugaron campeones mundiales como los argentinos José
Daniel Vantuyne, Marcelo Trobiani (Millonarios), José Luis Brown (Nacional), y
destacados jugadores suramericanos como los peruanos César Cueto (Nacional),
Eugenio La Rosa (Medellín), Julio César Uribe Medellín); uruguayos como
Fernando Álvez (Santa Fe), Carlos ‘el pato’ Aguilera (Medellín), Sergio ‘Bocha’
Santín (Medellín), Wilmar Cabrera; paraguayos como Roberto ‘el gato’ Fernández
(Cali), Jorge Amado Nunes (Cali), Roberto Cabañas (América), Gerardo González
Aquino (América), Juan Manuel Battaglia (América), y argentinos de la talla de
Carlos Ischia (América), Edgardo Bauza (Junior), Ricardo Gareca (América),
Julio César Falcioni (América), Juan Gilberto Funes (Millonarios), Pedro Vivalda
(Millonarios), Esteban Barberón (Millonarios), Sergio Goicoechea (Millonarios).
La mayoría de ellos, integrantes de la selección de su respectivo país.
Una auténtica constelación de estrellas que en buena medida pudieron jugar en
Colombia gracias al dinero del narcotráfico y que protagonizaron emocionantes
disputas por el título.
Pero en buena parte la calidad de ese nuevo ‘dorado’ del fútbol colombiano
estuvo determinada por la presencia de los dineros calientes del narcotráfico.
En 1983, Gonzalo Rodríguez Gacha apareció en la televisión colombiana en la
única entrevista que concedió como ganadero y empresario de esmeraldas. Admitió
ser el tercer socio en el paquete accionario de Millonarios. Posteriormente, la
fachada de ganadero de alias El Mexicano se derrumbó cuando se comprobó que era
miembro del cartel de Medellín.
Pero fue el ministro de Justicia de entonces, Rodrigo Lara Bonilla, quien se
atrevió a denunciar lo que venía siendo ‘vox pópuli’: la presencia de dineros
del narcotráfico en equipos del fútbol colombiano.
Lara, sin mayores pruebas, y en una famosa conferencias de prensa, acusó a los
equipos Atlético Nacional, Millonarios, Santa Fe, Deportivo Independiente
Medellín, América y Deportivo Pereira de tener dineros provenientes del narcotráfico
(ver artículo ‘Dineros Off Side’).
Posteriormente, decisiones judiciales las sustentaron. Hernán Botero, uno de
los principales accionistas de Nacional, fue extraditado a Estados Unidos por
lavado de dinero. Los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, fundadores
del cartel de Cali, figuraron como accionistas principales del América de Cali
y fueron capturados en los años 90.
El narcotráfico, y su poder de corrupción, también determinaron la suerte de
los campeonatos colombianos.
Aunque la justicia colombiana nunca encontró pruebas de compra de árbitros o
partidos, en esta época se presentaron varios episodios cuestionables dentro de
la cancha.
Un gol fantasma favoreció a Santa Fe frente al Pereira. En un octogonal final,
y en pleno clásico con Santa Fe, Millonarios le pitaron un penalti a su favor
sin importar que la falta contra Rubén Darío Hernández se produjo varios metros
afuera del área. En un partido en El Campín, un árbitro anuló un gol que
Ricardo Gareca del América le convirtió a Millonarios desde más de 30 metros,
por fuera de lugar. El árbitro chileno Hernán Silva dejó de sancionarle a
Millonarios tres infracciones en el área de Nacional, en los cuartos de final
de la Copa Libertadores del 89.
Incluso el árbitro antioqueño Armando Pérez, quien llegó a ser juez de línea en
la final del mundial de Italia 90, fue secuestrado en plenas finales de 1988.
El réferi apareció días después portando un mensaje “si los árbitros siguen
parcializados, serán borrados”.
El campeonato de 1989 inició solo hasta marzo, luego que el Gobierno exigiera
de la Superintendencia de Sociedades un informe sobre el manejo financiero de
los equipos. Informe que reveló irregularidades, pero que no fue obstáculo para
que la pelota no se detuviera.
Esa época de furor terminaría en diciembre del 89 cuando el árbitro Álvaro
Ortega fue asesinado de nueve disparos en el pecho luego de oficiar como juez
de línea en un partido en el que Independiente Medellín y América empataron en
el Atanasio Girardot.
La pelota no se detuvo, y mientras el país lloraba la toma del Palacio de
Justicia (en la que tuvo que ver Pablo Escobar), los crímenes del propio Lara
Bonilla, el director de El Espectador Guillermo Cano, de Luis Carlos Galán, del
procurador Carlos Mauro Hoyos, y los atentados contra el edificio del DAS en
Bogotá, el Centro 93, el avión de Avianca que estalló en pleno vuelo, América
de Cali obtuvo los títulos del 82 al 86 y tres subtítulos de Libertadores;
Nacional la Copa Libertadores de América en 1989, y Millonarios las estrellas
del 87 y 88, las cuales evalúa devolver 25 años después, según lo informó su
actual presidente, Felipe Gaitán, desde España, donde se encuentra el equipo
embajador para disputar el trofeo Santiago Bernabéu con el Real Madrid, que
esta vez será como homenaje a Alfredo Di Stéfano.
La polémica
Todos estos episodios han vuelto a la memoria gracias al debate que abrió
Felipe Gaitán por sus declaraciones.
La primera reacción fue de los propios jugadores de Millonarios que
conquistaron las estrellas 12 y 13, quienes reivindicaron lo conseguido en la cancha; los directivos de
los equipos más salpicados, América y Nacional, también rechazaron la
propuesta; el gobierno colombiano, al calificarlo como un hecho simbólico más
que jurídico, aplaudió el gesto como un acto de reparación y dignidad, según
palabras del ministro del Interior Fernando Carrillo; y hasta el poder judicial
controvirtió sobre si hay o no consecuencias judiciales por el hecho de que un
directivo del fútbol admitiera públicamente los vínculos del narcotráfico.
Es poco probable que se produzcan. En Colombia, salvo los delitos de lesa
humanidad, todos prescriben su acción penal a los 20 años. También parece
difícil que la justicia colombiana anule los campeonatos en cuestión o sancione
a los equipos ganadores, como pasó en Italia donde la Juventus fue despojada de
dos ‘scudettos’ por arreglo de partidos a manos de las mafias de las apuestas.
Probablemente las declaraciones de Gaitán solo conduzcan al debate nacional
sobre el impacto del narcotráfico en la sociedad colombiana, del cual el fútbol
no escapó. Solo 20 años después el gobierno expidió una ley (la Ley del deporte
del 2011) en la que se reglamentan los controles para que dineros calientes no
vuelvan a permear el fútbol colombiano.
Es la primera de las determinaciones del Estado colombiano para que algunos
hechos no se repitan, como aquel que protagonizó ‘el pitufo’ Anthony de Ávila,
quien tras marcar un gol que sirvió para que Colombia clasificara al mundial
del 98, se lo dedicó a dos personas que en ese entonces estaban privadas de la
libertad: “A Gilberto y a Miguel”, refiriéndose a los hermanos Rodríguez
Orejuela, quienes como otros capos de la droga, alcanzaron a convertirse en los
mecenas del futbol nacional en los años 80.
Esa época, la del narcotráfico es la que el presidente de Millonarios pretende
borrar del escudo del equipo. Pero paradójicamente, la historia que más
enorgullece a Los Millonarios, la del Dorado de Di Stéfano, fue declarada
ilegal por la FIFA. La del narcotráfico no hubo quién la censurara.
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